Yo fui la chica en llamas, la que devoraba con la mirada y lucia de negro cada vez que entraba por aquella puerta.
El ángel sacado del cielo, que tiene la mirada gélida de un glaciar, era revolución con alas, siempre con el arma en la mano, dispuesta a disparar.
La chica del fondo de la barra del bar, aquella que acababa perdida en un vaso de cristal, dándole vueltas a las mariposas de su cabeza.
Siempre creí que en el amor sincero, pero hasta el momento todo había sido luchas y puñales en la espalda. Nunca creí en príncipes azules, y siempre elegí los chicos malos.
Y es que si me voy, es con todo a la espalda. No quiero seguir teniendo el corazón envuelto en espinas. Porque el amor, cuanto más elegante, más doloroso.
Todos los recuerdos, ahogados en mi mar particular, les pido a gritos que no vuelvan. Porque el camino que recorran mis botas, no pisarán la misma tierra que en el pasado.
Que vuelvo a resurgir, que las balas ya no van directas a mi.