Hay momentos en la vida que marcan.
Creo que hasta que no te
sucede algo que te marca para siempre no te das cuenta de que aún no has vivido
lo suficiente. Sinceramente, no lo apreciamos, no apreciamos nada de lo que
tenemos, desechamos las cosas, los momentos y las oportunidades como si fueran
algo que volviesen a suceder. No, no vuelven. Es la triste realidad, cuantas
veces nos hemos arrepentido de aquella decisión que no tomamos por miedo a las
represalias. Hay que empezar a soñar más y pensar menos, porque pase lo que
pase, elijamos lo que elijamos, las consecuencias siempre llegarán a nosotros.
Deberíamos disfrutar los momentos con las personas que
realmente valoramos, porque habrá un día que solo recordemos su sonrisa, su
mirada, su manera de hablar, su olor…
Dejemos de perder el tiempo en gente que no nos dedica el suyo.
Escalemos montañas, ayudemos a que otros las escalen porque de verdad… Lo
bonito que puede llegar a ser todo desde arriba a veces hasta acojona.
Ser eternos, es lo que necesitamos, aventurarnos a vivir y
descubrir más haya de nosotros mismos, dejar de juzgar a la gente por lo que
son, y empezar a aprender de todos. “Vive y deja vivir” pero sobre todo
aprende, aprende a amar, porque el amor mueve montañas. Suena cínico, no quiero
vender un mundo en el que todo es perfecto, porque no lo es, pero dentro de la
amargura y la tristeza siempre podemos ver la luz que brilla dentro de toda esa
oscuridad.
Que cuando llegue el final, pueda ser el final más dulce. Y
podamos afirmar, que merece la pena vivir sonriendo y disfrutando, porque
estamos aquí para ello, para vivir.
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