El frío que cala en mis huesos, domingos, malditos y jodidos, domingos.
La preparación para
apocalipsis, el lunes que tanto queremos que no llegue.
Ojalá perdida en tus sábanas,
pero me encuentro sola fumándome un cigarro en la ventana.
Oyendo la gente pasar, reír y
yo me abrazo a mí misma mientras respiro el gélido aire de noviembre.
No paro de dar vueltas en mi
cabeza a porque sigo jodiéndome cada séptimo día de la semana.
Mientras suelto todo esto,
mientras dejo mis lágrimas en el papel y desgarro todo mi ser.
No paro de dar vueltas en la
cama, sabiendo que aquí encerrada puedo contra todo el mundo.
Y la opresión aumenta, llenando
de gritos la sala, y tengo la sensación de expulsarlo todo, la rabia contra ti
que me hiciste tanto daño, y contra mi que me sentí tan vulnerable.
Eres como el último sorbo del
ron, amargo pero delicioso, yo casi lo describiría como inolvidable.
Y sigo aquí, en pijama con los
pelos alborotados y los ojos rojos, quien me viera desde algún lugar del mundo,
esa pobre niña que, sigue desolada, pero con una jodida sonrisa en la cara.
Pero se levanta y enciende los
altavoces, dejándose llevar por el ritmo de la música, con los pies descalzos
notando el contacto con la madera del suelo, soltándose el pelo y cerrando los
ojos para dejarse llevar. Malditos domingos, se sienten como una granada de
felicidad y tristeza. Como si en un segundo todo fuera tormenta y al siguiente arcoíris.
Y antes de acostarme, me
enciendo un cigarro y mientras sonrío mirando al cielo y disfruto de la noche
silenciosa, siento que estoy preparada para luchar otro lunes más.
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